A continuación relatamos la Historia del Halcón y de su propietario, Aurelio Fernández Lage, contada por Antonio Nores Quesada. Historia extraída de sus Memorias: «Una Afición: La Mar»:
Es el “Halcón” una embarcación construida en Argentina en el año 1.937, de madera, y popa de ballenera (o de doble proa), diseñada por el ingeniero naval Honrad Bohrdf, aparejada en bermudian sloop (un mástil, mayor y foque), con velas marconi, y un pequeño motor auxiliar. Su armador es nuestro gran amigo y enamorado del mar, ya citado en otras ocasiones, Aurelio Fernández Lage.
En un inicio, el “Halcón” tenía una eslora total de 10,80 m., por una manga de 2,92 m. y un calado de 1,44 m. Su quilla de hierro pesaba 2.750 kilos y su desplazamiento era de 6,688 Tm. Tenía un foque de 16,24 m2, una trinqueta de 12,46 m2 y una mayor cangreja de 37,90 m2; utilizaba también un génova de 26 m2 y un spinnaker de 45 m2. Posteriormente, se le dotó de aparejo Marconi, tal y como hoy lo conocemos.
Aurelio, a quién a partir de este momento le llamaremos Lelo, nombre por el que es conocido familiarmente, comenzó, al menos en lo que alcanza mi conocimiento, a navegar en la clase “cadete”, de la que fue campeón de España en el año 1.960. Más tarde regateó en la clase “snipe”, en una embarcación denominada “Catro Pallas II”; era esta una embarcación de fibra de vidrio de las que adquirió el Náutico para una serie de socios interesados en su compra, entre los que nos encontrábamos mi hermano Chisco y yo. Este balandro fue pronto sustituido por otro, también propiedad de Aurelio y de igual clase, fabricado por los astilleros Lagos, de Bouzas (Vigo). Mantenía el mismo nombre, en honor a su antecesor. Fue un destacado practicante de pesca submarina ( la llevaba a cabo en compañía de dos grandes aficionados, Cesar Bonilla y Miguel Sanclaudio Veloso), al que recuerdo, inicialmente dotado de una camiseta de punto para mantener caliente el agua próxima al cuerpo y más tarde ya con un vetusto traje de neopreno, en las cercanías del muelle Almirante Vierna o en el de la bocana de entrada a la dársena tratando de hacerse con alguna centolla, langosta o bogavante, cosa que conseguía en numerosas ocasiones, lo que, entre otros datos da fe de la fauna existente por aquel entonces en nuestro puerto. Con motivo de su estancia en Barcelona, ciudad en la que llevó a cabo los estudios de ingeniería industrial, tuvo ocasión de navegar en el “Altaïr”, un soberbio yate clásico, de dos mástiles y aparejo de yawl, propiedad de Miguel Sans Mora.
En el año 1.970, con ocasión de la regata Plymouth – Santa Cruz de Tenerife, organizada por la Sail Training Association (S.T.A.), (paralela en tiempo y mitad de recorrido, a otra organizada también por la misma STA, Plymouth – La Coruña), una embarcación denominada “Halcón”, propiedad del Club Náutico de Santa Cruz de Tenerife, tripulada por socios de dicha entidad, se inscribió en la citada prueba deportiva. Llegó a Plymouth, tomando la salida en unión de otras embarcaciones participantes, si bien a la altura del cabo Ortegal sufrió una avería en la perica del mástil, quedando inutilizado el uso de las velas, por lo que, no pudiendo repararla en la mar, tuvo que entrar de arribada el el puerto de La Coruña, en donde quedó fondeada en la dársena, en la zona reservada para uso de embarcaciones propiedad de socios del Club Náutico. Conocimos a su tripulación, la cual manifestó que dada la situación regresarían a Canarias en avión y, posteriormente, otros compañeros suyos volverían para hacerse cargo del “Halcón” o bien propondrían a socios del Club coruñés la posibilidad de que algunos de estos llevasen el barco hasta Santa Cruz de Tenerife, previo abono de gastos.
Como sucede en estos casos, cuando el bien no es propiedad de una persona, sino de una multitud dispar de socios, nadie de estos estaba en condiciones de venir hasta La Coruña y regresar a las islas con el barco, fallando también la segunda alternativa, así que contactaron nuevamente con socios de nuestro Club, por si alguien consideraba oportuno adquirir la embarcación. Dicha propuesta, conocido el barco, fue rápidamente aceptada por Enrique Vilariño, Santiago (Tatayo) Méndez Fariña, Miguel Sanclaudio (Miguelucho) y Aurelio Fernández Lage, quienes, conjuntamente y por razonable precio (300.000 pts.), se hicieron con ella. Posteriormente Enrique Vilariño y Miguelucho se salieron de la asociación, y algo más tarde Tatayo, si bien quien mantenía y disfrutaba del “Halcón” era Lelo, como lo viene haciendo hasta hoy, en compañía de su inseparable amigo Quico (Diego Enrique) Mitchell, y de Pisi (Emilio) Astray Coloma, Jaime Abella Fernández (su sobrino), Tatayo Méndez Fariña (recientemente fallecido) y Neque (Juan Antonio de la Calzada y Núñez del Cañal), compañeros que conformaban la tripulación habitual del “Halcón”, sin que ello impidiese la incorporación de cualquier otro amigo que, de forma menos habitual, tuviese inquietud por navegar.
La tripulación inicial del “Halcón” era Aurelio Fernández Lage, Quico Mitchell Esclusa, Santiago Méndez Fariña, Jose Luis Piñeyro Salvidegoitia, Ignacio Fernández Lage y, esporádicamente, Santiago y Alfonso Fariña Cisneros.
Pues bien, el “Halcón” no es una embarcación cualquiera ya que tiene una historia digna de ser recordada: Cuando el acorazado de bolsillo alemán “Graff Spee”, al mando del comandante Hans Langsdorff, durante la Segunda Guerra Mundial, averiado, tuvo que entrar en el puerto de Montevideo (Uruguay) con la finalidad de ser reparado, era perseguido por la flota inglesa ( “Exeter”,“Achiles” – neozelandes- y el “Ajax”, entre otros) del Comodoro Harwood, la cual bloqueó el puerto ante la imposibilidad de entrar en él, dado que estando un barco enemigo averiado ya fondeado, y dada la calidad de país neutral que era Uruguay, de acuerdo con los tratados internacionales no podía hacerlo, pero si podía exigir al país de acogida, Uruguay, que la estancia máxima del barco de guerra de un país beligerante en sus aguas no podía ser superior a cuarenta y ocho horas, transcurridas las cuales, el crucero, reparado o no, debía abandonar el puerto. Conscientes los alemanes de la imposibilidad de reparar su buque en tan corto espacio de tiempo o, de repararlo, salir con éxito hacia unas aguas libres de enemigos, evacuaron a toda su tripulación, excepto a un pequeño grupo de voluntarios que, pasado el tiempo concedido, el día 17 de Diciembre de 1.939, lo pusieron en marcha, y proa a la boca de la bahía, ante la atónita mirada de los muchos uruguayos que se habían concentrado en el puerto para seguir de cerca la marcha de los acontecimientos y de los propios marinos ingleses desde sus embarcaciones, lo hicieron explotar, hundiéndolo para evitar que cayese en manos enemigas. El día 19 de ese mismo mes, el comandante Langsdorff, ya en tierra, en territorio argentino se suicidó. Mientras tanto un grupo de oficiales se trasladaron a Buenos Aires tratando de conseguir un medio que los devolviera a Alemania, encontrando un barco de once metros de eslora, construido en el año 1.937, que lo consideraron válido para cruzar el Atlántico con él. Arribaron en Santa Cruz de Tenerife y desde allí, gozando de la complicidad del Gobierno español, de tendencia germanófila por aquellas fechas, se trasladaron por tierra a Alemania. Dicho barco era el “Halcón” y esa fue la circunstancia de por que se encontraba en la isla de Tenerife.
Como inciso, durante la estancia del “Admiral Graff Spee” en el puerto de Montevideo, se dió un hecho relevante, que honra al honrado así como a aquel que lo ofrece. El buque alemán tenía como objetivo militar la destrucción del mayor número de unidades mercantes aliadas, tratando de interrumpir el tráfico comercial en el Atlántico, por lo que a bordo del mismo se hallaba un gran número de prisioneros británicos, tripulantes de las embarcaciones hundidas por el acorazado, los cuales fueron tratados como unos miembros mas de la tripulación, con las salvedades propias de su condición de prisioneros en tiempo de guerra. Siendo desembarcado un determinado número de cadáveres de marinos alemanes fallecidos en acciones de guerra previas para ser enterrados en territorio uruguayo, la totalidad de aquellos prisioneros ingleses voluntariamente acudieron al acto del sepelio por entender que, al margen de la situación bélica que los distanciaba, fueron correctamente atendidos por la tripulación teutona, a pesar de las incomodidades que suponía el incremento de personas (casi el doble) a bordo de un espacio tan pequeño e incómodo como es el de cualquier navío de guerra. Al final del acto, aquellos, una vez adquirida su libertad, se despidieron del comandante y del resto de su oficialidad, como marinos que eran unos y otros y no como enemigos en guerra, lo que en aquel momento no era sino un mero elemento circunstancial. Pero bueno, la trayectoria bélica del “Admiral Graff Spee” y de su tripulación es otra historia, muy tratada por la literatura y el cine por los valores humanos que de ella se desprenden.
Volviendo a nuestro protagonista, en la actualidad, cada tarde de un día de Septiembre, su armador, Lelo, celebra el cumpleaños de su querido “Halcón”, rodeado de todos sus amigos y de quienes en algún momento navegaron en él, como es mi caso, organizando una fiesta, pequeña en un principio y hoy ya popular entre los socios del Club y demás aficionados a la náutica. La fiesta transcurre dentro de un gran ambiente marino de camaradería, y colaborando en ella Quico y Neque, quien, como cada año, es el encargado de la tradicional tirada de fuegos de artificio, pues comenzó por iniciativa suya, llevándose a cabo con la complicidad tácita de la autoridad municipal, consciente del acto y en evitación de posibles accidentes que se pudieran provocar. Esta fiesta, el número de participantes y el ambiente en ella creado, son fiel reflejo del cariño que la gente siente por Lelo y por su embarcación de la que todos los socios del Club la consideran como algo suya.
Hoy Aurelio, ya jubilado de Unión FENOSA, mantiene su afición a la mar, navegando no solo en el “Halcón”, sino, y como principal miembro impulsor, organizando la asociación Juan de Lángara, para lo cual adquirió en el año 1.999 un barco de 18 metros de eslora y dos mástiles, aparejado con velas de estay, para convertirlo en buque escuela para la navegación de crucero. Tal embarcación fue bautizada como “Juan de Lángara”, en honor del marino coruñés Juan de Lángara Huarte. Con la misma se realizan navegaciones por todo tipo de mares, turnándose para ello diversas tripulaciones, y participando en las regatas que organiza la STI (Sail Training International) conocida previa y sucesivamente como STA e ISTA, convirtiéndose a partir del año 1.990, en cierta y coloquial manera, en el sucesor de mi padre, Antonio Nores Castro, en la organización de las etapas que la Sail Training Association (STI, al convertirse en un organismo de carácter internacional), asigna a la ciudad de La Coruña, entre ellas la conocida “Cutty Sark”, patrocinada por la conocida marca de wisky, razón esta por la que, prohibido el patrocinio de actividades deportivas por empresas de dedicadas a la fabricación de licores o de tabaco, perdió su nombre. Tanto el “Halcón”como el “Juan de Lángara”, pertenecen a la flota del Real Club Náutico de la Coruña y tienen su base en el puerto coruñés.